Veganismo

martes, 10 de marzo de 2009

Hay esperanza!!!

Me ha llegado esta mañana un mail con esta carta y en cuanto lo he leído he pensado: todavía hay esperanzas.
Se trata de una carta de un chaval de 2º de Bachillerato de Badajoz, Fernando Orden Rueda, que ha participado en el II concurso Nacional "Carta a un maltratador" convocado por la Asociación "Juntos por la violencia de género"y se ha quedado segundo.
Igual la leéis y os parece más de lo mismo, propaganda en torno a un tema polémico y de actualidad que siempre viene bien a los políticos para lavar caras y ganar votos. Pero yo pienso en ese chico, esa persona de 16 o 17 años que es consciente de un problema real que azota nuestra sociedad y que se solidariza con él. Un joven que, respecto a los valores que le han inculcado a lo largo de su corta vida, sabe que el acto de maltratar a una persona esta mal. Parece muy simple, ¿verdad? Pues creedme que los chavales de hoy en día no tienen las cosas tan claras y utilizan la violencia, verbal y física, y las amenazas con una facilidad pasmosa.
Por eso me he puesto tan contenta con esta noticia y me ha parecido conveniente dedicarle un post.
Leeros la carta a ver que
os parece a vosotros:

Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has
humillado, porque la has menospreciado, porque
la has golpeado, abofeteado, escupido,
insultado... porque la has maltratado. ¿Por
qué la maltratas? Dices que es su culpa,
¿verdad? Que es ella la que te saca de tus
casillas, siempre contradiciendo y exigiendo
dinero para cosas innecesarias o que detestas:
detergente, bayetas, verduras... Es entonces,
en medio de una discusión cuando tú, con tu
'método de disciplina' intentas educarla, para
que aprenda. Encima lloriquea, si además vive
de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un
hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se
queja?

Te lo diré: Se queja porque no vive, porque
vive, pero muerta. Haces que se sienta fea,
bruta, inferior, torpe... La acobardas, la
empujas, le das patadas…, patadas que yo
también sufría.

Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá
estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara
pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como
otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que
aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o
darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de
tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me
había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas
dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y
planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada
se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera,
sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo
también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos.
En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la
mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el
fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le
dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer
siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera
cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de
allí, irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí
hacerme entender.

Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá
dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te
acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees
que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le
agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la
pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a
mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente
me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus
manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo
cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso,
claro, porque ella jamás se había negado a nada.

Me puse contento antes de tiempo.

Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo
para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que
enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo
por la boca y patada por la barriga una y otra vez…

Y sucedió.

Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra
sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas
todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me
debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de
mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía
desmayada en un charco de sangre.

Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra
mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.

Y ahora me dirijo a . Esta carta es para , cabrón: por
ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo.
También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el
derecho a la vida.

Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy
triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó
que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve
que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros
hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el
barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos
ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.


2 comentarios:

Javi dijo...

Hola Patri!!!! Sabes? Voy a darte el premio al comentario más original que he tenido nunca, me ha hecho mucha gracia cómo lo has escrito!

Como no sé si puedo contestarte por aquí (por aquello de las sorpresas y eso jeje) te dejo un mail de contacto y por ahí te paso la información que necesitas, vale? Con que me mandes otro de vuelta pa saber a quién se lo tengo que enviar me basta.

Un beso desde Oviedo!!!

javi8pichu@gmail.com

Javi dijo...

No es más de lo mismo... hay mucho, mucho, mucho mal en este mundo y recordarlo no está mal. Las víctimas que padecen el maltrato (hombres y mujeres, pero en su gran mayoría mujeres) tienen esa huella para toda la vida.

Soy monitor con chavales de varias edades y -no llevo mucho tiempo- no he visto ningún caso de maltrato o de discriminación, pero sí es cierto que noto muchos cambios de lo que yo hacía hace seis o siete años en la ESO a lo que estos niños hacen. Los veo y pienso que, tal vez, crecen demasiado rápido y que su mundo no les transmite las cosas claras que habría que tener: que todos somos iguales, que tenemos que respetarnos...

La carta es cruda, pero muy buena. Demasiada escoria hay suelta por este mundo dispuesta a quitarnos la felicidad a quienes nos levantamos cada mañana sin maltratar o asesinar. Y, ¿sabes también lo que pienso? Que hay demasiado silencio, con el que consentimos que esa escoria circule libremente por el mundo.

Poniendo bombas, maltratando mujeres, violando a niños...

Un beso! :)